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Empapada de la magia del Mekong

Aquí vuelvo con algunas líneas tras tres meses sin lograr articular media palabra en esta plataforma. Tres meses en los que me he sumergido de lleno en las aguas del Mekong, tres meses… se dice pronto, en los que necesitaba concentrarme en cerrar algunas asignaturas pendientes para aprender otras nuevas, tres meses cargados de lecciones que irán apareciendo poco a poco a lo largo de las siguientes entradas en el blog.

Comenzaba el verano recorriendo Vietnam, Cambodia y Laos… a modo Willy Fog, con Rigodón, digo Julio a mi lado… en tren, en autobús, en canoa, en moto, en bicicleta… nos acercamos al norte de Vietnam para convivir con la multiculturalidad indígena presente en Sapa, allí conoceríamos algunas amigas de las etnias Black H’Mong y Dzao, que nos enseñarían como teñir sus tejidos con las hojas del índigo, como fabricar ropa con las finas hebras de la marihuena, como llenar los mercados de color y sonrisas.

De ahí bajamos a Quang Binh, donde de la mano de mis amigos Hong y Hue, entenderíamos la estrategia de CIRD (Centro Indígena de Investigación y Desarrollo), conoceríamos las redes de agricultoras, la organización de mujeres en Saving & Credit groups o los problemas a los que se enfrentas los escasos 1000 Ma Lieng indígenas que existen.

Luego llegaría el dolor de los restos de aquella guerra en los alrededores de Hué y en tantos otros rincones, la guerra de Vietnam, todas las huellas que Norte América dejó en estas tierras, pero como dicen aquí, eso forma parte del pasado… y con todos aquellos con lo que hemos hablado que la vivieron, aquellos que corrían bajo el rugido de los helicópteros o el sonido de las bombas, los que tuvieron que vivir en los túneles bajo tierra durante años, viven el presente y miran hacia el futuro como si nada de todo aquello hubiera ocurrido.

Volveríamos a la bella Hoi An, mi especial paraíso para recuperar fuerzas, subiríamos a las colinas de Dalat para observar todos los cafetales y el terrorífico paisaje de plásticos para el comercio de flores, hasta adentrarnos en el Delta del Mekong, un paraíso indescriptible en el que la VIDA FLOTA.

Comenzaba entonces la remontada del Mekong hacia Cambodia para recorrer el Este, para encontrarnos con la naturaleza más salvaje. Cruzamos Phnom Penh sorprendidos con todos los proyectos sociales en desarrollo. Nos emocionábamos con especies estrellas como los elefantes y los delfines de río, que son la esperanza para proteger lo que aún queda de naturaleza virgen y a la gente que vive en ella. Tierras rojas, mucha lluvia, sanguijuelas (que te renuevan la sangre y te mantienen bien entretenida), hamacas para dormir, compañeros rangers e indígenas, baños en el río, canoas, sorpresas, fascinación, tala ilegal, barro… miles de palabras podrían dar sólo una pequeña idea de lo que fueron aquellos días fusionados con la madre tierra.

Y llegamos a la tranquila Laos, dónde las piedras de las ruinas de reinos pasados decoradas con el verdor de los musgos te  hacen creer que te encuentras en medio de un cuento de hadas. A pesar de la lentitud del transporte en estas latitudes conseguimos nuestros objetivos y nos adentramos en cafetales orgánicos, comunidades remotas y cuevas kársticas que te alegran los sentidos.

Ahora ya llevo otro mes de vuelta en «casa», mi casita asiática en HEPA, dónde sigo aprendiendo a pleno pulmón, asilvestrada y rodeada de una joven comunidad que se hace más sabia compartiendo poco a poco. Muchas lecciones aprendidas por contar… llegarán pronto. Gracias Julio por esta nueva aventura y gracia a tí por seguir ahí. Eva

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Bahía de Ha Long

Cuenta la leyenda que una dragona celestial y sus hijos, mandados por el Emperador de Jade para parar una invasión, esparcieron grandes cantidades de perlas para formar islas gigantes que crearan cadenas montañosas para cortar el camino del enemigo. Después de la gran victoria de los dragones, principalmente obtenida por su magnífica creación, el emperador decidió dejar estas hermosas torres calizas y otorgarle el nombre de Ha Long, que significa, el dragón descendiendo.

Raquel, Rosana y yo, decidimos visitar la que es considerada la octava maravilla del mundo, la Bahía de Ha Long. Cuando tomas una de la antiguas embarcaciones vietnamitas fabricadas todas en madera y con su dragón en la proa orientando el rumbo y comienzas a navegar por la bahía… no aciertas a saber muy bien si te mueves entre gigantes piezas de un tablero de ajedrez, como dijo en 1469 el rey Le Thanh Tong o entre preciosas catedrales antiguas o en un campo de termiteros… marinos.

Tuvimos suerte, mucha suerte porque el país estaba gozando de las vacaciones del Tet, el Año Nuevo y muchas de las embarcaciones no saldrían en esta ocasión, la gente está disfrutando de sus familias y no quiere trabajar, así es, que sólo unas pocas afortunadas encuentran un hueco entre las que sí se moverán en estas fechas. Gira el timón y tomamos rumbo hacia la cueva de Hang Dau Go, una gigantesca cavidad llena de estalactitas, estalacmitas y columnas creadas por el agua y el paso de los años, que sirvió como hospital durante la guerra.

Tras un lento pero intenso atardecer entre formaciones y formaciones calcáreas, la noche la pasamos a bordo anclados junto a una villa de casitas flotantes de pescadores, donde al amanecer temprano tendríamos la oportunidad de ejercitar los brazos avanzando con piraguas en este pacífico espejo de agua. Entonces de nuevo avanzamos hacia otra comunidad acuática para cambiar a una embarcación más pequeña en la que las capitanas Rosana y Raquel se hacían con el timón rumbo a la isla de Cat Ba.

Cat Ba nos homenajeó con una noche que estaría repleta de sorpresas en frente de una magnífica playa, además de buena comida, nueva compañía y una simpática ruta en moto hacia el Parque Nacional de la Isla. Ya domino las dos ruedas…

Para cerrar nuestro viaje por el paraíso nos pasamos toda una soleada mañana en otra nueva embarcación de madera liderada por unas adorables vietnamitas, madre e hija. Con ésta última tuve la oportunidad de piragüear un poquito más por las tranquilas aguas y adentrarnos en alguna pequeña. Llegamos a la Monkey Island, dónde podéis imaginar que nos encontramos … además de ser muy monas y de hacer un poco el mono entre las kársticas y puntiagudas rocas.

Sólo os digo que nos ha sido imposible quitar la sonrisa de la boca, mejor bienvenida a Vietnam, imposible. Pili y Mili viajan ahora hacia el Sur y yo comienzo mi nueva aventura trabajando en éste enigmático país. Luón luón, eva

 

 

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Chúc Mùng Nâm Moi

Llegar a Vietnam siempre es un acontecimiento lleno de sorpresas. Este montañoso país, se asemeja, como ellos dicen, a su tradicional palo de bambú (estrecho en el centro) con sus dos cestas típicas llenas de arroz colgando en los extremos, podrían ser el símil de las dos extensas áreas regadas por el Río Rojo en el norte y el delta del Mekong en el Sur, precisamente donde se concentran las mayores áreas de cultivo. Con una población de unos 86 millones de personas, el 74% de la población vive en zonas rurales, más de la mitad de la población tiene menos de 25 años y el 13% de la población pertenece a una de las 53 etnias minoritarias indígenas reconocidas (a saber cuantas hay…)

Aterrizamos el 2 de febrero y encontramos a Hanoi, vestida de fiesta…mira que ya no me extraña, a los vietnamitas les gusta la juerga porque la última vez que estuve por aquí celebraban los 1000 años de la ciudad  y ahora ¿qué pasará?. La noto con una tranquilidad inusual, recorremos el Old Quarter, el casco viejo, donde todavía se guarda la estructura de 5 siglos atrás cuando la ciudad se dividía en 36 gremios de artesanos congregados cada uno a un templo o dinh dedicado a un espíritu patrón del gremio. Ahora aún podemos recorrer la calle de las tiendas de seda, la de los accesorios religiosos, la de los zapatos, la de las hierbas medicinales…luego vendrán la calle de los puestos de comida de pollo, o comida de vaca, o comida de mariscos… usted elige!

En cada esquina la gente está quemando dinero de «mentira» o papeles, como haciendo borrón y cuenta nueva. Intentamos avanzar entre las motos, y lo hacemos más rápido que ellas entre los puestecillos de toda clase de postales, adornos, cachibaches varios y cohetes, el rojo predomina. Y así, hasta llegar al lago Hoan Kiem donde encontramos el puente rojo adornado, globos gigantes iluminados colgando de los árboles, miles de carteles realizados con flores y dos escenarios enormes preparados para lo que está por llegar.

Nos sorprenden la cantidad de naranjos «enanos» en las calles, preguntamos: son el árbol de Navidad,  a quién le hacen falta bolitas, con estas bellas naranjas… esta noche es Nochevieja y mañana… sí el 2011 está a punto de llegar de nuevo, será una nueva oportunidad… A nosotras nos fascina poder vivir esta noche tan especial de nuevo, pero son las seis de la tarde y el reloj ya nos ha dado varias vueltas desde que salimos de España, veremos como lo hacemos… Finalmente, no nos resistimos a una siesta de tarde-noche, nos levantamos de nuevo entre japoneses, koreanos y vietnamitas que también paran en nuestro albergue para comenzar con las celebraciones previas y nos encaminamos hacia el lago de nuevo, comienza la cuenta atrás… habrá campanadas?

Pues no las hubo, ni uvas, ni champán… pero sí un silencio tremendo sin aplausos (excepto los nuestros) a cada actuación encima del escenario, palomitas y nubes de algodón fabricadas sobre bicicletas, ranas fritas para matar un poco el hambre y aunque no sabíamos si llegarían a expresarse, sí lo hicieron, la explosión de júbilo llegó con el reflejo de una traca de fuegos artificiales preciosos sobre la torre del lago y nos fundimos en un abrazo entre la multitud de vietnamitas que miraban al cielo. Ya está aquí el año del Gato para ellos, el del Conejo para China, habrá que investigarlo…pero de nuevo el cuerpo siente la energía renovada, de los nuevos retos, de los sueños por cumplir…sonrisas y miradas alegres… festejando. Aquí es fiesta, el Tet Nguyen Dan y… hay una semana de vacaciones por delante… habrá de disfrutarlas no?

Feliz Año Nuevo… de nuevo! Chúc Múng Nâm Mói, eva

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